Hace unos días acepté una solicitud de amistad en Facebook por primera vez en 3 años. A este amigo lo conozco desde hace como 8.
En los mensajes privados me dijo algo como «sé que Facebook es algo nuevo para ti…» a lo que tuve que responderle que aún recuerdo cuando Facebook tenía un «muro», podías importar tu blog como «notas» y había una función para importar tus tuits automáticamente como posts. Llevo más de una década aquí, esto no es novedoso.
Quizá no estoy ahí porque no hay mucho para mí. No digo que no haya valor en las personas y contenidos que tengo aquí, simplemente que ese valor no es el adecuado para mí.
¿Quieren saber por qué? Les propongo este experimento: tomen los primeros 10 ó 20 posts de personas (no páginas ni anuncios; personas) y tomen nota de cuántos de ellos son contenido «original» y cuánto es contenido «compartido». En mi caso, el contenido compartido es la inmensa mayoría—más del 90%—por lo que la diferencia entre mis amigos y los posts sugeridos por El Algoritmo™ se reduce a un nombre y una foto de perfil.
Francamente, no me gusta la situación. Para mí el «valor» de una red social era estar conectado a mis amigas y amigos—a lo que ellos mismos son—y ahora estamos inundados en una red donde somos lo que compartimos. Es un cambio social sutil y que va más allá de los muros azules de Zuckerberg.
He oído decir que «se siembra lo que se cosecha» y se anotja hacer la analogía: «cada quien tiene el timeline que merece». Si es así, la culpa no es de nadie más que mía. Pero no creo que sea solo culpa mía.
Quizá es por las corporaciones y el capitalismo. Quizá es porque soy suficientemente viejo. El resultado es el mismo: las modas, costumbres, aspiraciones y rutinas cambian. Los cambios sociales son por definición mayores y más poderosos que los individuos. La regla social hoy es que nos presentamos como lo que somos y como lo que compartimos; a veces uno más que el otro y a veces mezclados de forma que es imposible distinguirlos.
¿Es esto bueno o malo? A mí no me gusta, pero eso no quiere decir que sea intrínsecamente malo. Afirmar que «la tecnología solo nos ha traído males» no solo es ludita, sino una total mentira. No, el riesgo no está en los cambios, sino en adoptar lo nuevo sin pensar cómo lo nuevo nos cambia a nosotros.
¿Podemos retomar nuestro ser en lugar de nuestro compartir? Creo que sí, pero es algo que ningún post titulado «UN CAFÉ ENTRE AMIGOS» podrá solucionar. Es tarea de cada quien reflexionarlo y actuar en consecuencia. En mi caso, me ha alejado de las redes y—quizá en consecuencia—de mucha gente que quiero y que comparte con las mejores intenciones de conectar. Son nuevas formas de comunicar(nos).