Human XP: Bioshock Infinite

Now Playing:

But I’ve got to think twice
Before I give my heart away
And I know all the games you play
Because I play them too

– George Michael — Faith –

Human XP

Bioshock Infinite

Hace mucho que no relato mis experiencias con un juego. En parte es porque muchos juegos no merecen todo un post detallando mis experiencias; en parte es porque muchos juegos no generan una experiencia tan grande como para escribir todo un post, pero en su mayorí simplemente se me olvida escribir mis experiencias.

Pero después de jugar Bioshock Infinite (Xbox360) y de las experiencias que viví con él, creo que vale la pena romper esta racha larguísima de no hablar de videojuegos por acá.

NOTA Ésto no es una crítica o review del juego. No es explicación ni walkthrough, pero sí puede contener spoilers. Aquí hablo nada más de mis experiencias subjetivas con el juego, durante el mismo y después de terminarlo.


No soy un fan de los First person shooters competitivos. Creo que más allá de TF2 no juego ninguno a menos que sea en la consola/computadora de alguien más que me invite a jugar. Pero sí recuerdo con mucho cariño que los FPS de un solo jugador fueron parte de mi niñez (incluyendo, pero no limitado a Wolfenstein 3D, Duke Nukem 3D, Ken’s Labyrinth y Rise of the Triad)

Además de eso, me agradan mucho los temas fantásticos/sci-fi-escos (dígase, que mezclan cantidades variables de ambos géneros). Bioshock (1) sin duda entra en esa categoría: poderes aparentemente mágicos en una ciudad con todo el estilo art-deco que está en el fondo del mar. Increíble.

Después de una secuela que no jugué, me encontré hace un par de semanas que mi hermano tenía Bioshock Infinite. No hace falta hurgar mucho en las noticias de videojuegos para ver que este título recibió aclamación a diestra y siniestra. Cuando supe que sólo se lo habían prestado (y que, por ende, no estaría ahí indefinidamente) decidí romper una de mis reglas no escritas de los videojuegos y me salté la secuela para irme directamente al postre. No me arrepiento

Experiencia 1: Limitaciones

Hay un tipo especial de retos, especialmente en los videojuegos, que incitan a uno a superarlos. Esos retos que no están hechos para pisotear a quien intente completarlos, sino que buscan probar realmente sus habilidades. Estos retos no se ríen en tu cara cuando te vencen: uno mismo sabe que el problema no es que el obstáculo sea muy difícil, sino que uno se sabe aún incapaz de superarlo. Ese es el punto en el que uno decide buscar qué salió mal en la estrategia para mejorarlo. Eventualmente, uno sale victorioso y se sabe que fue por mejorar y no por pura suerte.

En el caso de Bioshock en general y en Infinite en particular, uno de estos retos fue la limitante de sólo poder cargar dos habilidades especiales (los Vigors) al mismo tiempo y sólo dos tipos de armas al mismo tiempo. De igual forma, no es posible comprar todos los upgrades que hay para todas las habilidades y todas las armas (supongo que sería posible si uno hace mucho grinding, pero hasta donde recuerdo, es imposible en este juego).

Confieso que no quise experimentar mucho una vez que encontré mi «sweet spot» (Carbine y Shotgun, por si querían saber), pero hacia el final del juego me vi obligado a cambiar mi estrategia, lo cual resultó en más de un momento de Epic Fail con las consecuentes risas sobre cómo podía autosabotearme en un juego.
Límites como éste son importantes y me recuerdan mucho a Bastion. La diferencia aquí es que la única oportunidad que tienes para cambiar tu armamento es cuando un enemigo «suelta» su arma, lo cual no siempre pasa.

Experiencia 2: La Historia

Spoilers ahead

El juego tiene viaje en el tiempo, líneas de tiempo paralelas, y dimensiones alternas. El juego tiene problemas familiares, drama relacionado a la guerra y al poder. La historia del juego es uno de esos rompecabezas que quieres resolver aunque parece muy retorcido y cuando por fin comienzas a ver de qué se trata todo, el cerebro se te derrite en una pasta gris que se te sale por las orejas. It’s AWESOME

Experiencia 3: Compartir la historia

Posiblemente la mejor experiencia de este juego fue estar a las 3 de la mañana, con el cerebro aún saliéndome por las orejas, mientras mi hermano me explicaba todos los detalles que pasan por alto en el primer playthrough, pero no en el segundo. Después de ir por detalles muy pequeños y significativos para la historia, pensé en que pocas veces he podido compartir la historia de un juego con alguien de esta forma. Estuvimos un rato intercambiando teorías y discutiendo puntos de vista sobre aquellos «agujeros» en la trama que no son explícitos.

Al final del día éso es lo que busco de una buena historia: compartirla con otros fans de la misma. Por esto es que yo estoy en contra de buscar siempre mejorar la apariencia de un juego; las gráficas son interesantes, pero sólo hasta cierto punto mientras que una buena historia se repite de boca en boca y se mantiene sin importar nada más. Por eso es que títulos como FF VII se siguen vendiendo: su historia pegó en su momento, tanto que muchos hoy lo compran de nuevo por nostalgia.

Jueguen Bioshock Infinite y compártanlo con alguien a quien le interese las historias que involucran mindfuck, con otros nerds (o con personas que disfruten de armas ficticias y métodos medio brutales de matar personas con ellas)

¿Quién es mi niño interior?

Now Playing:

Well maybe there’s a god above
and all that I ever learned from love
was how to shoot somebody
who outdrew you

– Allison Crowe — Hallelujah –

Día del niño en México, día para que los «veintitantos» saquemos esa foto del bailable de primaria en el único día en que es socialmente aceptable burlarnos de nosotros mismos siendo niños (porque, seamos honestos, los bailables de la primaria tenían un vestuario horrendo a pesar de lo que dijera mamá)

Sin embargo, con el paso de los años me siento más reacio a celebrarme a mí mismo y a mi «niño interior». Se me hace, de cierta forma, un insulto a mí mismo y a los niños. Una broma pesada, un mal chiste o un acto de falsa humildad.

No odio el día del niño y ciertamente no odio a la niñez en general, pero debo aceptar los hechos: no soy un niño en el sentido biológico. Hay muchas cosas que hago desde la niñez y sigo disfrutando. Hay muchos recuerdos que tengo de mi niñez que atesoro con mucho cariño y nostalgia, pero éso no me hace un niño. Soy increíblemente ignorante en muchos temas, tengo demasiado que aprender de los demás y de mí mismo, tengo muy muy poca experiencia en muchísimas cosas importantes de la vida, pero eso no me hace un niño.

Esta confusión es bastante general entre la gente de mi edad y creo que parte de esta confusión viene de una sensación más o menos común: aún no nos sentimos adultos.

I don't think I've read something any more true in my life.

No sé por qué pasa esto ni sé si es muy común (mi experiencia anecdótica dice que sí lo es), pero sé que no está del todo bien. Por una parte me da la idea de personas que buscamos justificar, de alguna forma, algunos de nuestros gustos o hábitos: «ahora que es día del niño me puedo dar permiso de hacer algo que no hacía desde niño»

Por otra parte, esa actitud implica, tristemente, que es necesario tener un día «especial» para vivir esos gustos sin temor a ser juzgados. Implica una vida que normalmente no tiene juego, que no es curiosa y que se preocupa más de lo debido.

Son ésos los rasgos que deberíamos volver a aprender. No soy un niño y éste no es mi día, pero puedo celebrar los rasgos de la niñez que sí importan y que me han llevado a ser el «adulto» que soy. Como un no-niño, debo celebrar o al menos recordar que la vida es posible sin tantas complicaciones. Celebrar el día del niño, sin ser uno, debería celebrar actitudes más que acciones: la curiosidad, el asombrarse por todo aun si es rutinario, la ligereza de pensamientos y palabras, la falta de temor al fracaso, al juicio y al error; la capacidad de aprender algo nuevo, la conciencia de ser vastamente inexperto sin preocuparse por ello, la capacidad de conocer gente nueva sin prejuicios y (mucho más importante) la doble habilidad de buscar algo nuevo todos los días sin aferrarse enfermamente a ellas.

Esas son las características que admiro en los niños y que muchas veces no tengo o se me olvidan. Celebrar el día del niño, para mí, es saber que en algún momento fui así y que esa capacidad de ser feliz está en mi desde hace tiempo. Lo que quiero no es recordar qué caricaturas pasaban el sábado en la mañana; quiero recordar cómo podía hacer amigos un día, pasar con ellos toda la tarde y al día siguiente poder seguir estén ellos ahí o no.

Felicidades!


Bonus! Cosas «infantiles» que disfruta Andy

  1. Hacer ríos en la tierra cuando llueve
  2. Cereales sobreazucarados con leche
  3. Hacer y volar distintos modelos de aviones de papel
  4. Andar en bicicleta
  5. Abrazar a mi mamá cuando me siento triste

El arte de observar

Now Playing:

I feel like I win when I lose…

– ABBA — Waterloo –

Empty Theatre

Observar es un arte, igual que la música y la escultura y demás combinaciones contemporáneas. De acuerdo con la Britannica, el arte es:

… the use of skill and imagination in the creation of aesthetic objects, environments, or experiences that can be shared with others

Hay algo en cada uno de nosotros que puede reconocer la belleza, aún si no podemos definirla en términos exactos y precisos. Hablando en términos generales, podemos hablar de obras de arte que «todo el mundo» reconoce como estéticamente agradables, a la vista, al oído, incluso al olfato o a cualquier otro sentido y sus combinaciones (hay más de 5 sentidos, FYI). ¿Por qué ciertas cosas resuenan dentro de nosotros? Supongo que alguien más inteligente que yo ya se habrá preguntado lo mismo y debe de haberlo estudiado; yo en particular no lo sé.

Lo que sí sé es que observar es también un arte. Un arte que, temo, está desapareciendo alrededor mío. ¿Por qué? Primero lo primero, establecer mi punto principal.

Hace unos días me quedé asombrado viendo el video de un hombre que plancha una camisa. Si no les dijera nada más del video seguramente lo catalogarían como algo común y corriente porque, bueno, planchar una camisa no es nada del otro mundo, ¿o sí?

(Spoiler alert: Sí, es algo del otro mundo…)


…al igual que hornear pan, servir el té y cocinar con wok siempre y cuando se alcance un nivel de maestría digno de ser observado y apreciado.

Sin embargo, no escribo esto para recomendarles videos como éstos (aunque puedo recomendarles más). Vine a hablar sobre el acto de observar. Al cargar los videos que les enlacé arriba no tenía idea de cuánto bien me podían hacer. Estaba absorto por completo, me olvidé que estaba frente a una computadora y me quedé en completo silencio y sin moverme un milímetro para no perderme nada de la acción.

Cuando terminó todo, viví una paz muy extraña, como la que se siente después de besar a alguien. Todo estaba simplemente bien, no faltaba ni sobraba nada. Me dispuse a disfrutar de mi café hasta que me lo acabé y me dejé llevar. Recordé esa historia en la que Joshua Bell se puso a tocar en el subterráneo de Nueva York y nadie le hizo caso porque todos estaban muy apresurados.

La diferencia está en que Joshua Bell hacía algo que es tradicionalmente considerado como «arte», mientras que las personas que les mostré hace unos párrafos hacen algo que es considerado como banal, rutinario. ¿Por qué? ¿Simplemente, como dice la historia de Bell, porque uno es presentado en un teatro y los demás ocurren en cocinas?

Un par de días después de estas preguntas comí gorditas en un puesto al lado de unos 8 comensales más; todos ocupados en saborear sin ponernos a pensar en cuánto tiempo le llevó al dueño del local aprender a preparar sus ingredientes y su masa para poder entregar comida consistentemente sin descuidar cobrarle correctamente a cada uno. No sé mucho de gorditas, pero si algo he aprendido haciendo pan es que manejar masa no es fácil. Este hombre lo hacía tan bien que ni siquiera parecía poner atención.

¿Cuánta maestría hay ahí escondida como la de éstos hombres? Es cierto que un trabajo mediocre pasa desapercibido, pero ¿qué no un trabajo excelente puede ser invisible a veces? Nadie piensa en lo difícil que puede ser servir una mesa, a menos que el mesero cometa errores (y en ese caso, es más común que haya quejas más que nada); pero ¿y si el mesero es excelente en lo que hace? La comida es transportada, servida y retirada sin mayor ceremonia aparente, aunque el peso sobre la charola casi nunca está distribuida de forma bonita.

¿Cuánta maestría y genialidad anónimas hay allá afuera? Posiblemente mucha, simple y sencillamente porque no es observada, porque no sabemos o no queremos observar. Se nos olvida que las cosas no son como son nada más porque sí; hay mucho más detrás del telón de la vida ordinaria y la rutina, pero para conocerlo tenemos que pregutnarnos y para preguntar primero hay que observar.

Foto: Max Wolfe, usado bajo una licencia Creative Commons Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)

Of fire and ashes

Now Playing:

My hands, they’re strong
But my knees were far too weak
To stand in your arms
Without falling to your feet

(…)

Tonight we are young
So let’s set the world on fire
we can burn brighter than the sun
tonight

— Mashup Germany – Fun vs. Adele; Set the world on fire —

Fire!

Estimado lector, la entrada de hoy puede localizarla aquí en formato HTML o aquí en formato PDF. Gracias.

Foto: Jon Cage, usada bajo una licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-SA 2.0)

Otro Febrero que se va

Now Playing:

Y nos dieron las diez, y las once;
las doce y la una y las dos y las tres;
y desnudos al amanecer nos encontró la luna…

– Los sabandeños — Y nos dieron las diez –

Hope for the planet

Posiblemente no vuelva a escribir en Febrero. Es decir, Febrero 2012.

Si las cosas van como hasta ahora, en unas cuantas horas Febrero 2012 se acabará y ya nunca más vendrá. El archivo del blog se cerrará y abrirá un nuevo mes. A pesar de todo lo que he investigado en internet, aún no encuentro una forma de revertir este proceso, ni de sanarlo. El tiempo se está muriendo y parece que no hay nada que lo detenga.

¿Debería simplemente aceptar este hecho y dejarlo pasar como si nada? ¿Debería al menos darle comfort en estas últimas horas? ¿Debería rebelarme y demandar una devolución? Ni siquiera sé si es un suicidio, si esta muerte es voluntaria y tal vez hasta necesaria. Como un ser vivo, me cuesta trabajo entender todo aquello que es no-vivo (sobre todo lo post-vivo)

Tal vez todo está en la forma en la que vemos el mundo. Solemos ponerle nombre y cualidades humanas a las cosas que no son humanas, para poder entenderlas un poco mejor. Por diversas razones construimos bloques de 7 días, bloques de 4 semanas y bloques de 52 semanas y los marcamos con un inicio y un final. No digo que sea algo estúpido e inútil, porque definitivamente es muy conveniente que todos usemos una escala similar para organizarnos.

Sin embargo, éso es sólo a nivel humano. El tiempo per se no es humano y no tiene nada que ver en realidad con esos bloques. Simplemente existe por razones que yo no entiendo (y que tal vez nunca entenderé). Aunque hubiera hecho un bloque de 17 semanas, eventualmente llegaría a su fin y se cerraría el bloque.

Entonces, ¿importa de algo ese bloque, ese abrir y cerrar? Posiblemente, pero creo que no. Tal vez ese abrir y cerrar nos sirve nada más para tener la idea de un inicio más, de una oportunidad (artificial) de empezar algo. La verdad, siempre podemos empezar algo nuevo.

Es decir, no necesitamos un nuevo mes para hacer algo más, ni siquiera una nueva semana para trabajar como se debe. Pero queremos que todo comience al mismo tiempo y es más fácil dejar pasar el tiempo hasta el siguiente inicio para volver a esforzarnos. Ya no quiero creer en eso.

Pero es difícil y sigo queriendo tratar al tiempo como algo vivo. Debo dejar de hacerlo, poco a poco. Olvidarme que mi visión no necesariamente es la única ni la mejor visión y que sólo porque yo estoy vivo no implica que todo deba estarlo.

Así que hoy dejo morir este mes para siempre. Nunca volverá. Lo mismo pasaría si el año no fuera bisiesto. Venga un nuevo mes mañana, pasado mañana o dentro de tres días. Feliz año nuevo!

Foto: Kevin Dooley, usada bajo una licencia Creative Commons Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)

Un pensamiento agradable

Now Playing:

And then one day you find
ten years have gone behind you
No one told you when to run
you missed the starting gun

– Pink Floyd — Time –

Humber River Window

Por primera vez en no sé cuánto tiempo, este 14 de Febrero no tengo sentimientos fuertes hacia ninguna persona en particular. No he planeado algún escrito, alguna salida para celebrar el amor (o la falta de). No siento ganas de hacer nada diferente, de buscar regalos para mí o para alguien más. Quiero un poco de rutina con sal.

Pero el día vendrá, sin importar lo que yo haga. Alrededor del mundo, miles de solteros se darán placeres de todo tipo para olvidar personas y situaciones, para quejarse del mundo comercial y materialista en el que vivimos. En todo el mundo, los enamorados se besarán y cenarán juntos. Se intercambiarán rosas, chocolates y juguetes de todo tipo. Puedo casi predecir los mensajes que mañana me llegarán al celular y lo que leeré cada uno de mis conocidos pondrá en Facbook.

Ninguna de sus opiniones al respecto (creo yo) está fuertemente influenciada por mí: los amargos y los acaramelados ya están pensando en este día desde hace tiempo y jamás me consultaron para saber cuál es mi posición. Creo que aún si me la pidieran, pocos reconsiderarían y se «cambiarían de bando».

¿Eso es algo malo? ¿Debería preocuparme más por lo que piensan los demás en una celebración como la del 14 de Febrero? ¿Debería tener una postura al respecto, algún sentimiento?

(Pista: la respuesta es «No»)

Ese tipo de pensamiento es una falsa dicotomía; por alguna razón parece que las únicas opciones son estar a favor o en contra de una celebración cuando en realidad a mucha gente no le importa, muchos deciden no celebrarla y algunos cuantos ni siquiera saben que existe (curiosamente, esta celebración está asociada a otra falsa dicotomía: soltería versus relación; escribiré más al respecto en otro post).

Vamos un poco más allá y veremos que esto no sólo pasa en el día de San Valentín. Hay tantísimas cosas que pasan y sobre las cuales no tenemos ninguna  opción ni relevancia. Aprender a distinguir cuáles es un arte que sólo se puede mejorar a lo largo de muchos años de intentos, de fallos, de análisis y de aceptación amarga.

Sin embargo, es mucho mejor que vivir pensando siempre que todo lo que hacemos importa en todo de forma significativa. Eso no es confianza en uno mismo, ni una buena autoestima: es una delusión de grandeza. ¿No seríamos mucho más libres si todos aceptáramos que no podemos hacerlo todo?

Felicidades a quienes celebren San Valentín!

Foto: Michael Gil, usada bajo una licencia Creative Commons Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)

Las constantes

Now Playing:

At the Cavan cross each Sunday morning, there she can be found
And she seems to have the eye of every boy in Cavan Town
If my luck will hold I’ll have the golden summer of her smile
And to break the hearts of Cavan men she’ll take to me a while

– The High Kings –

Después de los primeros cursos de álgebra, podemos recordar que normalmente x es una incógnita (es decir, un número cuyo valor desconocemos de momento). Para resolver esos problemas nos aprendimos varias reglas y trucos que tienen que ver con balanzas y operaciones «contrarias»; aprendimos sobre potencias (a2 + 2ab + b2) y logaritmos y bases y límites y cálculo y muchas otras ramas del arte de las matemáticas.

Pero por más que intento recordar, no hallo ningún momento en el que me dijeran que la x que está en la primera línea tiene el mismo valor que la x que está en la segunda, tercera y n-esima línea. Piénsenlo un poco y verán que si no se los dicen no es en realidad algo tan intuitivo (claro, hasta que te explican que son simplemente continuaciones de la misma ecuación y por lo tanto son simplemente diferentes formas de escribir la misma expresión. Sé suficiente de matemáticas). Imagínenselo de este modo: si alguien completamente nuevo a las matemáticas viera esa imagen sin ninguna explicación, no hay nada que le indique per se que el valor de x es el mismo en todas las ecuaciones aún si no sabemos cuál es ese valor.

Sin adentrarnos más en teoría, quiero quedarme en ésa idea: el valor de x es constante dentro de un mismo sistema.

Vamos con un poco de realidad. El sábado me quedé hasta altas horas de la noche hablando con una persona muy importante para mí; básicamente desmenuzando una parte de mi vida. Ese tipo de análisis personal, como sabrán, suele ser bastante feo y doloroso, porque te topas con un montón de ideas con las que no quieres encontrarte. Entre esas ideas me topé con que desde hace unos 7 años (es decir, aún antes de que iniciara este blog) sólo unas pocas personas (contadas con una mano), mi blog y el canto han sido constantes en mi vida: han soportado todos mis cambios de actitud, de valores, de habilidades, de escuelas y hasta de humores. Son un pilar en mi vida.

Sólo un día después (domingo) me encontré leyendo junto a otra persona «pilar» un ensayo («The corrosion of Character» de Richard Sennet, léanlo cuando tengan tiempo) que trata sobre un tema más o menos similar: los cambios que provoca el «nuevo capitalismo» en las personas. Para que se den una idea:

[…]short-term capitalism threatens to corrode his character, particularly those qualities of character which bind human beings to one another and furnishes each with a sense of sustainable self.

O lo que es lo mismo, la pérdida de aquellos valores, ideas y cualidades que nos han acompañado durante muchísimo tiempo y sobre los cuales nos construimos internamente. La falta de pilares, de cimientos humanos.

Después de mucho chillar este fin de semana, me quedé sentado en mi cama y me di cuenta de que todo estaba ahí, incluso yo. Recordé lo que me decía un amigo y lo que leí hace poco en Raptitude:

There’s no feeling like it when something ordinary is happening, and everyone’s being ordinary, and yet in your private mental space you’re seeing it all from way down the road, after these wonderful people are gone. An ordinary moment, adorned with such irreplaceable people, is so rich and perfect that you’d give anything to be right back in the middle of it. And then you realize that you are.

Pensé en mis pilares y en todo lo que tengo. Algo en mi vida es como esa x; una constante cuyo valor desconozco; pero constante al fin; constante en todas las formas que adopta la ecuación de mi vida. Una constante que es el problema y el sostén de todo, que existe sólo para saber cuánto vale, para alegrarnos de resolver el misterio.

Esas constantes son desconocidas, pero están ahí. Sólo me hace falta descubrirlas para valorarlas. Están amenazadas por muchas cosas que no construyen, están ocultas entre muchas otras cosas fáciles de encontrar pero que no presentan problemas y por lo tanto, no enseñan ni construyen nada.

Gracias a esas constantes hoy estoy aquí y soy quien soy. ¿Quién sabe si hay algo que hoy es trivial y mañana resulta ser otra constante? No lo sé, tenemos que aprender a descubrir esas constantes en las cosas más cotidianas, las que damos por sentado. Ésas son las que más hay que cuidar.

¿Cuáles son las constantes de tu vida? ¿Por qué? ¿Cómo te sostienen? Siéntanse libres de compartirlo conmigo aquí en los comentarios

The reading queue

Now Playing:

No matter how much you wanna leave you will come back!

– Goldfish –

Para mí leer es un placer y una obligación hacia mí mismo y mi país. No leo tanto como quisiera, pero hago mi intento por hacerlo seguido y he visto que una de las mejores formas de hacerlo es manteniendo siempre una cola de lectura, siempre tener un libro pendiente por leer (como nota: creo que es una excelente idea para muchas otras cosas: viajes, comidas, museos y muchos otros descubrimientos de la vida)

Aquí, la pila de libros actual

Hoy fui a comprar más libros y cometí el error de no llevar mochila ni morral ni parecidos; tuve que cargar con algunos kilos de papel sólo con mis manos, al mismo tiempo que debía acomodar mis lentes, manipular los audífonos, responder a algunos textos por celular, caminar sin que me arrollaran y tomar agua de una botella. Una vez que me estabilicé me di cuenta de cuánta gente se me quedaba viendo (y a veces, a mis libros). Normalmente no me importa si me ven o no; pero ésta vez me puse a reflexionar sobre el hecho de que me estuvieran viendo.

Hay veces en que es entendible: cuando a propósito salgo vestido de «forma rara», cuando me pongo a cantar en voz alta en público, cuando hago air guitar… son acciones que atraen la atención (o al menos la distraen) aún si no las hago con ese propósito. Esta vez no estaba haciendo nada más que caminar (chistoso y con las manos llenas; pero nada más) y atraía miradas. ¿Por qué?

En realidad es una reflexión un poco estúpida, pero no pude sacarme esa idea de la cabeza. ¿Por qué tener un montón de libros en las manos provoca (aparentemente) la misma reacción que ir vestido como Harry Potter? ¿tiene algo de raro ir por ahí con libros en la mano?

Leo porque me gusta hacerlo, como ya lo había dicho. Los lectores parece que son una raza rara en México, cuando en otros países la lectura es una necesidad cultural tan fuerte como los buenos modales y la higiene personal:

A little library, growing larger every year, is an honourable part of a man’s history. It is a man’s duty to have books. A library is not a luxury, but one of the necessaries of life.
Henry Ward Beecher

No me saco esa idea de la cabeza y ni siquiera sé qué escribir al respecto. Me puso a pensar pero no encuentro respuestas esta vez.

Feeling the Blues

She may be the face I can’t forget
a trace of pleasure or regret
may be my treasure or the price I have to pay
She may be the song that summer sings
may be the chill that autumn brings
may be a hundred different things
within the measure of the day

– Charles Aznavour –

(Se recomienda abrir ésta y ésta página al mismo tiempo para leer este post. Gracias)

La veo a unos metros de mí, sentada frente a una computadora trabajando en quién sabe qué. Si ella me viera, la imagen sería muy parecida. No sé qué está haciendo, pero a juzgar por su cara, debe ser importante…

Sonríe, desde luego. Todos los días sonríe, a todas horas; sólo platicar con ella me contagia y también yo comparto la alegría que no le cabe y le da a todos los que nos cruzamos con ella para después infectar también nosotros a los demás. La risa le queda bien: no me imagino que ella, con su guapura natural y su buen gusto en ropa, fuera a todos lados con el ceño fruncido. Se ríe de los malos chistes, de sus propias anécdotas, de los pequeños accidentes, hasta de su trabajo. Es joven (casi de mi edad) pero ha aprendido a vivir con ganas, sabe que un día desconocido también ella se morirá y nos prepara un testamento en el que nos deja como legado un montón de buenos ratos, de fotos bonitas, de esas pequeñeces que llenan todos los huecos en una vida repleta de “grandes cosas” como la arena llena un frasco que tiene pelotas de tenis.

Pero esa cara no es la misma y yo sé por qué.

Hace unas horas llegué aquí como si nada y sin temer a las supersiticiones que acompañan a este día. Menos de una hora después, leo una línea que me derrumba como un ciclón a un catillo de naipes. Es como un golpe recto al estómago, sólo que el puño no puede verse ni tocarse. Toda mi espalda se llenó de hormigas y perdí la fuerza en mis brazos.

Derrumbarse en medio de la gente puede ser algo peligroso y más si hay clientes en la misma habitación. Así es la tristeza, que llega en cualquier lugar sin tomar en cuenta quiénes están presentes ni qué trabajo tienes pendiente. A veces llega en medio de amigos, a veces llega en la oficina. Derrumbarse inmediatamente no es opción esta vez y debo agradecer que al menos estoy sentado, porque las piernas no me responderían tampoco si estuviera de pie. El pudor del trabajo me ayuda un poco para reestablecerme y me quedo sentado, mandando impulsos para que mis dedos vuelvan a moverse, poco a poco. Regreso a la rutina mecánica y así evito que los extraños me vean en este momento tan vulnerable: soy un trabajador más, no hay por qué alarmarse. Está cansado, eso es todo.

Pero alcanzo el límite antes de lo esperado y me levanto a hacerme un café. El aparato fonador todavía no ha trabajado desde que recibí la bomba y me cuesta separar los labios para recibir mi dosis de cafeína para reanimarme, aunque sea artificialmente. Apresuro una taza, apresuro otra y mientras preparaba la tercera, llega una compañera de trabajo. Hace una nota sobre cómo la oficina está más silenciosa que de normal (yo, con audífonos puestos, no me había dado cuenta). Antes de explicarle mi punto de vista, me habla sobre cómo ella nos tiene a todos así.

Ella, tan sonriente y tan genuina, hoy no puede sonreír. Ahora entiendo por qué no vino ayer y me sorprende que haya venido hoy. Es el tipo de desgracias que lo paralizan a uno y con lo rápido que se va hoy en día, muchos deciden quedarse atrás. Apresuro el tercer café y regreso a trabajar.

La veo a unos metros de mí, sentada frente a una computadora trabajando en quién sabe qué. Pensando en quién sabe qué. No sé qué está haciendo, pero a juzgar por su cara, debe ser… ¿importante? No me imagino qué podrá ser tan importante que pueda tomar su atención en este momento.

Sonríe, desde luego. Pero esa cara no es la misma y yo sé por qué.

Levanto la mirada y luego la vuelvo a bajar. ¿Qué hago? No estoy en posición para decirle nada, si yo mismo estoy mal. No puedo decir quién está peor, no es un concurso. Debería decirle algo, pero no sé qué decirle. Levanto la mirada y otra vez está sonriendo, pero esta vez, por primera vez, reconozco que no es la misma sonrisa de siempre. Se ríe de un chiste malo, pero hay un cierto peso en su voz, una sombra que normalmente no está ahí. Regresa a ver su pantalla y a trabajar en lo que sea que esté haciendo. Yo volteo a la mía y veo muchas otras líneas, sin sentido alguno. ¿Cómo ayudarla a levantarse? Necesitaría estar en un lugar más alto y sus ojos se parecen a los míos en las mañanas más solitarias que veo al espejo. Debería, debería, pero no sé qué ni cómo hacer.

No intenta esconder su pena, no nos da esa mueca grotesca del que intenta aparentar que todo está bien. Se limita a llevar su pena, pero el vacío que deja su risa es suficiente como para que todos carguemos un poco con su pesar. No fuerza la alegría ni se empeña en la tristeza: está en el punto más bajo, en el que uno sabe que llorar no cambiará nada.

En uno de esos momentos de silencio inmenso y obscuro, aparta la vista de su trabajo y se cruza con la mía por mucho menos de un segundo. Ahí comprendo, en medio de los ruidos de fax y el aire acondicionado, que al menos nos tenemos el uno al otro en este momento solo. Y la rutina del día sigue hasta concluir.

Plankter

Now Playing:

Yes, when this flesh and heart shall fail,
And mortal life shall cease;
I shall possess, within the veil,
A life of joy and peace.

– Celtic Woman –

Han sido días de vivir como plankter (el singular de Plancton). Echado al océano, soportando la cadena alimenticia desde el punto más bajo, en medio de miles idénticos a mí.

Han sido días de muchos éxitos, por otra parte. Terminé mi libro, Páginas y ahora sólo me falta registrarlo como mi propiedad intelectual. He aprendido tanto LaTeX en tan poco tiempo que ya casi reemplazo por completo al procesador de texto de Windows. Me aprendí de memoria la parte de piano de «Don’t you remember?» en sólo un día (que por otra parte, leer esa letra me hizo más in/feliz e inspirado, pero ésa es otra historia)

Han sido días raros, pero aceptémoslo ¿Qué días no son raros? Tal vez si alguna vez viviera un día completamente normal, me suicidaría antes de media noche, para que pase algo. O me iría de viaje a la tierra de Nod, donde nadie me conociera, qué más da.

Han sido días de vivir a la expectativa. Sé que viene una noticia importante, pero no sé cuándo vendrá. Sé que debo hacer preparativos, pero muchos de ellos dependen de la noticia que estoy esperando. Sé que debo esperar, porque no me queda de otra.

Antoine de Saint-Exupéry escribió algo relacionado en El Principito:

If, for example, you come at four o’clock in the afternoon, then at three o’clock I shall begin to be happy. I shall feel happier and happier as the hour advances. At four o’clock, I shall already be worrying and jumping about. I shall show you how happy I am! But if you come at just any time, I shall never know at what hour my heart is to be ready to greet you… One must observe the proper rites…»

No sé cuándo llegará. Hoy estuve esperando todo el día por un solo correo e irónicamente ha sido el día más lleno de e-mails de todo el mes. Desde luego, ninguno de ellos era el que yo esperaba. ¿Qué me queda? Seguir esperando.

Es una delgada línea entre la fidelidad y la estupidez. Desgraciadamente nunca conoces la diferencia hasta que es muy tarde, de la misma forma que nunca sabes si ya se pasó tu parada del micro hasta que te despiertas. Antes de eso, vives en un limbo extraño entre la suavidad de tus sueños y los baches de la calle.Tu cuerpo entero se mueve violentamente y con riesgo de esguinces en el cuello, pero vives/sueñas que estás más o menos estable.

Inmóvil. Completamente pasivo.

Sin acción hasta que es demasiado tarde. Ése es mi miedo:

  1. Esperar algo que no pasará, o
  2. Esperar demasiado hasta que sea inútil y mi reacción sea inadecuada

Hasta entonces, a seguir esperando.

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