Feeling the Blues

She may be the face I can’t forget
a trace of pleasure or regret
may be my treasure or the price I have to pay
She may be the song that summer sings
may be the chill that autumn brings
may be a hundred different things
within the measure of the day

– Charles Aznavour –

(Se recomienda abrir ésta y ésta página al mismo tiempo para leer este post. Gracias)

La veo a unos metros de mí, sentada frente a una computadora trabajando en quién sabe qué. Si ella me viera, la imagen sería muy parecida. No sé qué está haciendo, pero a juzgar por su cara, debe ser importante…

Sonríe, desde luego. Todos los días sonríe, a todas horas; sólo platicar con ella me contagia y también yo comparto la alegría que no le cabe y le da a todos los que nos cruzamos con ella para después infectar también nosotros a los demás. La risa le queda bien: no me imagino que ella, con su guapura natural y su buen gusto en ropa, fuera a todos lados con el ceño fruncido. Se ríe de los malos chistes, de sus propias anécdotas, de los pequeños accidentes, hasta de su trabajo. Es joven (casi de mi edad) pero ha aprendido a vivir con ganas, sabe que un día desconocido también ella se morirá y nos prepara un testamento en el que nos deja como legado un montón de buenos ratos, de fotos bonitas, de esas pequeñeces que llenan todos los huecos en una vida repleta de “grandes cosas” como la arena llena un frasco que tiene pelotas de tenis.

Pero esa cara no es la misma y yo sé por qué.

Hace unas horas llegué aquí como si nada y sin temer a las supersiticiones que acompañan a este día. Menos de una hora después, leo una línea que me derrumba como un ciclón a un catillo de naipes. Es como un golpe recto al estómago, sólo que el puño no puede verse ni tocarse. Toda mi espalda se llenó de hormigas y perdí la fuerza en mis brazos.

Derrumbarse en medio de la gente puede ser algo peligroso y más si hay clientes en la misma habitación. Así es la tristeza, que llega en cualquier lugar sin tomar en cuenta quiénes están presentes ni qué trabajo tienes pendiente. A veces llega en medio de amigos, a veces llega en la oficina. Derrumbarse inmediatamente no es opción esta vez y debo agradecer que al menos estoy sentado, porque las piernas no me responderían tampoco si estuviera de pie. El pudor del trabajo me ayuda un poco para reestablecerme y me quedo sentado, mandando impulsos para que mis dedos vuelvan a moverse, poco a poco. Regreso a la rutina mecánica y así evito que los extraños me vean en este momento tan vulnerable: soy un trabajador más, no hay por qué alarmarse. Está cansado, eso es todo.

Pero alcanzo el límite antes de lo esperado y me levanto a hacerme un café. El aparato fonador todavía no ha trabajado desde que recibí la bomba y me cuesta separar los labios para recibir mi dosis de cafeína para reanimarme, aunque sea artificialmente. Apresuro una taza, apresuro otra y mientras preparaba la tercera, llega una compañera de trabajo. Hace una nota sobre cómo la oficina está más silenciosa que de normal (yo, con audífonos puestos, no me había dado cuenta). Antes de explicarle mi punto de vista, me habla sobre cómo ella nos tiene a todos así.

Ella, tan sonriente y tan genuina, hoy no puede sonreír. Ahora entiendo por qué no vino ayer y me sorprende que haya venido hoy. Es el tipo de desgracias que lo paralizan a uno y con lo rápido que se va hoy en día, muchos deciden quedarse atrás. Apresuro el tercer café y regreso a trabajar.

La veo a unos metros de mí, sentada frente a una computadora trabajando en quién sabe qué. Pensando en quién sabe qué. No sé qué está haciendo, pero a juzgar por su cara, debe ser… ¿importante? No me imagino qué podrá ser tan importante que pueda tomar su atención en este momento.

Sonríe, desde luego. Pero esa cara no es la misma y yo sé por qué.

Levanto la mirada y luego la vuelvo a bajar. ¿Qué hago? No estoy en posición para decirle nada, si yo mismo estoy mal. No puedo decir quién está peor, no es un concurso. Debería decirle algo, pero no sé qué decirle. Levanto la mirada y otra vez está sonriendo, pero esta vez, por primera vez, reconozco que no es la misma sonrisa de siempre. Se ríe de un chiste malo, pero hay un cierto peso en su voz, una sombra que normalmente no está ahí. Regresa a ver su pantalla y a trabajar en lo que sea que esté haciendo. Yo volteo a la mía y veo muchas otras líneas, sin sentido alguno. ¿Cómo ayudarla a levantarse? Necesitaría estar en un lugar más alto y sus ojos se parecen a los míos en las mañanas más solitarias que veo al espejo. Debería, debería, pero no sé qué ni cómo hacer.

No intenta esconder su pena, no nos da esa mueca grotesca del que intenta aparentar que todo está bien. Se limita a llevar su pena, pero el vacío que deja su risa es suficiente como para que todos carguemos un poco con su pesar. No fuerza la alegría ni se empeña en la tristeza: está en el punto más bajo, en el que uno sabe que llorar no cambiará nada.

En uno de esos momentos de silencio inmenso y obscuro, aparta la vista de su trabajo y se cruza con la mía por mucho menos de un segundo. Ahí comprendo, en medio de los ruidos de fax y el aire acondicionado, que al menos nos tenemos el uno al otro en este momento solo. Y la rutina del día sigue hasta concluir.

Escribiendo de noche

Now Playing

Put ‘em together and, what have you got?

– On The Record –

Esto de cambiarme mi rutina ha tenido, con todo, componentes buenos. Para empezar, voy a clases menos horas por día (a cambio, voy más días y tengo más actividades en casa). Me da oportunidad de hacer muchas cosas en la mañana que antes no podía hacer, como ir a pagar al banco, darme una vuelta por algunas tiendas y desayunar en pijama.

Pero han comenzado a aparecer signos no tan buenos. El primero es algo que yo valoro mucho: la comida. Creo que parte de la degradación de la cultura es que no le damos el valor adecuado a las cosas: mucho valor para minucias y nada para las cosas realmente importantes.

La comida: en mi familia (y en muchas, muchas más) siempre ha sido algo especial. Todos dejan de hacer lo que estén haciendo para comer. Antes, en algunas fábricas se detenía TODA la actividad de la planta para que todos comieran. No es sólo por el acto de proveer a tu metabolismo los nutrientes necesarios para mantener tu actividad sensorial. Se trata de darte un espacio para tí mismo y para convivir con los demás: compañeros, amigos y/o familia.

Ahora ya no comemos juntos en la escuela. Sí, nos seguimos viendo a diario y hasta en fines de semana para repelar juntos de la tarea mientras la hacemos. Pero comer juntos es un vínculo extra, uno especial para mí.

Otro punto negativo son las diferentes rutinas. En mi rutina de regreso a casa en la noche tomo un autobús que me deja bastante cerca (unos 10 minutos a pie). Pero en ese micro en particular suelen poner una estación de radio. Y a la hora de mi salida ponen música de banda y rancheras (que como sabrán, no son exactamente mi hit, pero no me quejo porque nadie se queja cuando yo pongo Montana Skies al trabajar). En dicha estación, a esa hora pasan uno de esos programas con locutores terribles. Lo que más tristeza me da es que uno de los «puntos fuertes» del programa es que un chico llame para que lo conecten con otra chica (o viceversa, pues) y para que «le eche los perros». Mis pensamientos:

  • Qué triste que haya quienes se atienen a eso para tener pareja.
  • Además los que hablan parecen tener cero puntos en cortejo formal (lo cual no importa mucho, porque de todas formas te dirán que sí)
  • Ésta pasó hoy: una chica decía que medía 1.79 y sus medidas eran de 90-60-90. Estaba a punto de gritar ésta frase, pero me contuve. Dejaré que el iluso se dé cuenta él mismo.
  • Los pasajeros del micro que tomo son, casi todos, trabajadores que, espero, regresan a casa. Me recuerda tanto a Eleanor Rigby. Es de esas canciones que me fascinarán cada vez que las escuche:

All the lonely people, where do they all come from?
Eleanor Rigby died in the church and was buried along with her name. Nobody came.

Azúcar, miel y melcocha

Now Playing

Si me faltaras no voy a morirme
si de morir quiero que sea contigo.
Mi soledad se siente acompañada
por eso a veces sé que necesito
Tu mano, tu mano
Eternamente tu mano.

El lunes descubrí un disco excelente: Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en concierto desde argentina. Estos días me he atascado de ellos, y no es para menos, el disco está lleno de puros éxitos.

Como siempre, me puse a buscar la letra de algunas canciones. Me di cuenta de qué tan mal puede legar a sonar una canción sin su música, y no me refiero al valor musical, sino al literario. Me explico: hay algunas letras que por sí solas suenan demasiado melosas, no aptas para diabéticos, y aún así suenan bien cuando son cantadas. Un buen ejemplo es la canción que puse arriba y que sigo oyendo: Yolanda de Pablo Milanés. Chéquense nomás:

Esta no puede ser nomás una canción
quisiera fuera una declaración de amor
Romántica sin reparar en formas tales
que pongan freno a lo que siento ahora a raudales
Te amo, te amo
Eternamente te amo.

A título personal, así sola la letra me da algo de náusea. Pero ya que la canta (sobre todo con ese cuarteto nomeacuerdocómosellama) es delicioso, suave, arrullador.

Por otro lado viene este genio de la pluma: Silvio Rodríguez. Una buena letra debería poder expresarse bien aún sin la música, y las primeras frases de esta canción son muy expresivas:

Cómo gasto papeles recordándote
cómo me haces hablar en el silencio
cómo no te me quitas de las ganas
aunque nadie me vea nunca contigo

¿Entienden? Esta estrofa habla muy claramente, pero no tiene tanta melcocha encima. No es «Amor mío, te he extrañado siglos y siglos que parecen no tener fin» Es simplemente cómo gasto papeles recordándote.

Pero ¡oh! siempre viene el ser humano a echarlo a perder todo. ¿Cuánta gente no hemos escuchado que canta Ojalá como una canción de amor? ERROR! Fíjense, no hay nada más agresivo que esa canción, a esa mujer que es tan, pero tan perfecta adecuada que tiene que salir de mi vida:

Ojalá se te acabe la mirada constante
la palabra precisa, la sonrisa perfecta
ojalá pase algo que te borre de pronto.

Éste es el punto fuerte y la debilidad de la trova, por lo que tiene tantos aficionados y tantos enemigos: porque se presta a tener tanta azúcar, tanto sabor a dulce de un lado y tanta melcocha, tanto empalagamiento, tanta náusea del otro.

¿Qué opinas?

—————–
Por favor desarrolle en un ensayo breve los siguientes puntos desde su punto de vista:

  1. ¿Cuál es la diferencia entre azúcar y melcocha?
  2. De un ejemplo convincente de ambos estilos literarios
  3. ¿Cuál es mejor a su gusto? ¿Por qué?
  4. Intente encontrar argumentos para refutar la respuesta anterior.

De vidas pasadas y futuras

Now Playing

Don’t say,
We have come now to the end.
White shores are calling.
You and I will meet again.
And you’ll be here in my arms,
Just sleeping.

What can you see,
on the horizon?
Why do the white gulls call?
Across the sea,
a pale moon rises.
The ships have come,
to carry you home.

– Annie Lennox –

Creo que le tenemos miedo a la muerte, no porque sea algo inevitable (aunque sí es tomado como una amenaza en ese sentido) sino por el significado de uno después de la muerte.

Veamos, la muerte, según dicen los que saben, es la única certeza que tiene el ser humano. Pero esta certeza quiere decir que uno deja de ser. No importa lo «buena» o «mala» que haya sido la vida, el terror es de dejar de ser todo eso, el miedo de que todo eso se pierda inevitablemente para siempre: los gustos, los amigos, las memorias, las habilidades, los triunfos, todo eso que uno atesora, lo que acepta como individualidad, el hecho de que «YO» ya no sea más.

Imagínense fuera de toda religión o creencia qué es lo que le pasa a nuestro individuo una vez muerto. ¿Se queda flotando por ahí? ¿Desaparece? Alguna vez me dijo un estudioso que ésa es una de las razones de ser de las religiones, el darle una explicación a los hechos que el mismo hombre no puede descubrir por sí mismo. Así se cree en un lugar de descanso o en la reencarnación.
——————————-
Mientras tanto, en la vida uno siempre busca un lugar al cual pertenecer, un hueco en el que se esté cómodo, se pueda contribuir y donde se sea aceptado como tal. Ese lugar se llama Hogar, y va mucho más allá de las construcciones.

Hasta que vi esta letra de Annie Lennox se me prendió el foco, una nueva idea: ¿después de la muerte estaremos realmente en el Hogar? Me agradó esa visión Tolkienesca: un barco que viene por tí al final del camino para llevarte de regreso a casa:

And all will turn,
to silver glass.
A light on the water.
Grey ships pass
Into the West.

Moraleja: Sigan escuchando buena música sigan leyendo buenos libros y continúa, ya que no se puede ir hacia atrás.

Reflexiones musicales recientes

Now Playing

Someday, life will be fairier
need will be rarer
greed will not pay
– Alan Menken –

Muchas veces he leído que hay gente que tiene como hobby el oír música. Eso obviamente es algo muy bueno, y entre otras cosas pienso que es de los mejores hobbys que uno puede tener simplemente porque te deja libre para hacer muchas cosas más (puedes practicar dos hobbies al mismo tiempo, pues)

También sé de mucha gente que por «oír música» entiende «poner el radio y de vez en cuando bajar alguna que otra canción por Ares». Muchos de mis amigos de la prepa eran (son) así, y tengo que admitir, sus gustos musicales no eran tan variados como los míos (aunque no los puedo criticar, ya que en gustos se rompen madres géneros) y obviamente su biblioteca musical era mucho más reducida (un par de GB tal vez, contra las decenas que yo tengo y contra los TB que muchos más tienen) Entonces, hay varios niveles del Hobby, ¿ok?

Hace poco visité de casualidad el hi5 de la hermanita Gaby. Los que no están familiarizados con ella y conmigo no saben lo bien que nos llevamos a pesar de que nuestra coincidencia de horarios y días libres sea de uno al semestre. Bueno, por alguna razón casi nunca hablamos de nuestros gustos musicales, aunque nunca me había preguntado el por qué. Quiero decir, sí hablamos de música y de repente nos recomendamos el uno a la otra una canción: «te va a gustar» Pero nunca ha habido plática sobre La Música, sobre el arte, el tema más general, como quieran llamarlo.

Bueno, de regreso a su hi5, me di cuenta de su playlist. Bueno, qué más da y la pongo. Interesante, aunque no fue exactamente lo mejor. Después veo su apartado de gustos musicales, y me doy cuenta de nuevo que tampoco encajamos completamente.

Como ya dije, nunca me había puesto a pensar en esto antes, y como la hermanita es la persona con la que mejor me llevo y una de las personas en las que más puedo confiar, se me hizo raro que, llevándonos tan bien nuestros gustos musicales fueran tan diferentes. Los artistas no encajaban, los géneros… sólo generalmente.

A punto de irme a dormir se me prendió el fregado foco. Como siempre, las soluciones más simples son las que más se tardan en aparecer, y como todo problema es fácil una vez que está resuelto me sentí como un imbécil porque la respuesta era muy obvia:

Me gusta la música, y oír música, pero me di cuenta de que era un nivel diferente. Yo, al contrario de casi toda la gente que veo todos los días, necesito la música, necesito oírla, llena el momento, es excelente para transportar, vestir y embellecer ideas y sentimientos y protestas y sueños. Será por eso que a cada rato estoy buscando algo nuevo que oír, por lo que no he podido crearme un estándar de música bien definido y no-subjetivo, por lo que a veces me da miedo estudiar la música.

Más que nada debe ser esa la razón de que no pueda casi concebir a una persona que no necesita de la música, que no intente expandir sus horizontes sónicos constantemente, que no busque reto intelectual ni placer en escuchar y no sólo oír la música.

Me vi muy estúpido, ¿verdad?

Nothing’s gonna change my world

Now Playing

Words are flying out
like endless rain into a paper cup
they slither while they pass, they slip away
across the universe

Pools of sorrow waves of joy
are drifting thorough my open mind
Possessing and caressing me

Jai guru deva om
Nothing’s gonna change my world

Images of broken light
which dance before me like a million eyes
That call me on and on
across the universe

Thoughts meander
like a restless wind inside a letter box
they tumble blindly as they make their way
across the universe

Jai guru deva om
Nothing’s gonna change my world

Sounds of laughter shades of life
are ringing through my open ears
exciting and inviting me

Limitless undying love which
shines around me like a million suns
It calls me on and on
across the universe

Jai guru deva om
Nothing’s gonna change my world

La BBC sacó hace poco una serie sobre los instintos que tiene el ser humano, cómo surgieron y cómo nos han ayudado evolutivamente. Instintos como el de lucha, el del asco, de la generosidad han tenido gran relevancia en diferenciarnos de otros animales (aunque no necesariamente nos hace mejores)

Al final de cada programa siempre ponían como último pensamiento el hecho de que el ser humano se ha desarrollado más allá de los instintos, y que éstos son sólo una herramienta más que usar junto a la «inteligencia». En corto, que podemos ser mucho más remontándonos por encima del instinto, que es un reflejo inconsciente, casi siempre forjado a partir de un razonamiento animal sencillo: prueba y error.

Los estudiosos del cerebro han confirmado esto: posiblemente les suene esa teoría que explica que el hombre tiene 3 cerebros o mentes: una Reptil encargada de la supervivencia básica, la corteza mamífera y la Neocorteza, que es la encargada de las funciones más «avanzadas» que conocemos: los juicios, los sentimientos y demás humanadas se hallan ahí.

Pero ésto es apenas una teoría. No sabemos exactamente cómo funciona el cerebro, apenas estamos descubriendo sus capacidades de memoria, asociación libre y con ello, el raciocinio, y eso aproximándonos a modelos artificiales. la frase «sólo sé que no sé nada» se aplica perfectamente aquí.

Entonces, el ser humano se dirige principalmente por sus instintos y al mismo tiempo por su razón humana. Entonces, ¿por qué nos hemos empeñado tanto en reducir el pensamiento y comportamiento humano a la lógica? A muchos no les gustó el arte surrealista, esas pinturas que parecían desfigurados, y esos cuentos que parecían haber sido escritos al azar. Sin embargo tenían un sentido, querían expresar una parte diferente del ser humano. Una parte no-lógica.

Dénse un momento para leer los primeros versos de la canción que les puse arriba:

Words are flying out
like endless rain into a paper cup

(Muy parecido a lo que yo hago aquí)

¿Entienden? Yo no. Pero hay algo en esa letra que tiene sentido, un sentido de soledad, o de tristeza o de no sé qué. Pero está ahí.

Es difícil saberse expresar así, hace falta algo de genialidad innata que por desgracia no tengo. Por eso, cuando yo me siento así, hago un post largo, pesado, mal escrito y completamente inatractivo, y me limito a citar a algún(os) genio(s) que sí sabe(n):

Nothing’s gonna change my world.

A %d blogueros les gusta esto: