Viernes en la noche. Ya terminaron algunas de las semanas más pesadas de mi vida profesional/académica y preferí no salir y quedarme a leer hasta que se me caiga el Kindle en la cara. Todo está dispuesto, excepto por la banda de vientos que llegó hace dos horas a tocar a todo pulmón…
Quería quedarme a terminar de leer El ruido eterno1 de Alex Ross. Es un libro de tamaño imponente y requiere que yo le dedique al menos media hora sin interrupciones para poder «entrar en calor». Aproveché el regreso de mi música2 y puse Los Planetas de Holst, pero bien podría haber sido cualquier otra obra de música clásica.
En esas estaba cuando, como ya dije, comenzó a tocar una banda de alientos. Ya saben, de esas bandas típicas de pueblos pequeños en las que el bombo y la tuba suenan con singular energía y son detectables a cuadras de distancia. En este caso, estaban a media calle de distancia.
Me enojé como el Señor ™ cansado y de cierta edad que soy cuando estoy cansado. No quería más que mi cafecito, mis galletas, mi libro y Holst. Tenía ganas de salir a reclamarle a alguien, de pedirle que le bajaran a su relajito, pero me ganó la cordura cuando recordé que:
- Vivo en un pueblito, lleno de eso que los antropólogos/sociólogos cubren con la frase «usos y costumbres». Yo qué sé de las razones que tenían para traer banda el viernes en la noche,
- No era realmente ofensivo, solamente me ofendía a mí,3
- Tengo al menos 4 pares de audífonos a menos de 5 metros de distancia, y
- Podía usar fuego contra fuego
De la nada recordé que tengo al menos un disco que es muy parecido a lo que estaba ocurriendo en mi calle. Me disculpé con Holst4 y puse inmediatamente Suenen tristes instrumentos. Resulta que por ahí, escondido en mis memorias (y en la del Disco Duro) tengo un álbum lleno de música tradicional de México acerca de la muerte, lleno de bandas de viento, voces menos que perfectas, grabaciones imperfectas y poca sutileza musical (comparándose con Holst).
Después de un rato dejé el libro para concentrarme en la música. De repente, se me hizo apasionante re-escuchar estas expresiones tan auténticas de mi país. Esa banda de viento que me había molestado se había convertido en algo apasionante, algo interesante. Creo que no había escuchado este disco como se merecía.
¿Por qué esa dicotomía? ¿Por qué una banda de vientos me molesta y la otra me apasiona? Me gustaría pensar que es porque una la sentía como imposición sobre mí y la otra era música que yo activamente quería oír. Me gustaría pensarlo, pero no me puedo deshacer de que hay otra razón (más fea) dentro de mí y que uso ese argumento para justificar una doble moral.
Me he encontrado a mí mismo pensando pensamientos elitistas sobre una y otra cosa. Afortunadamente, en varios de esos temas he sido corregido por gente que sabe más que yo, pero quedan todavía muchas ideas así que no he compartido ni conmigo mismo, pero que se expresan como reacciones involuntarias, curación de mis redes sociales y uno que otro mensaje en grupos.
Eso, admito, me da un poco de miedo. Descubrir esas ideas feas que tengo y que tal vez llevo adentro desde hace tiempo no es bonito. Pero creo que voy por el buen camino si al menos las logro identificar.
¿Eso también me hace un Señor ™?
“Tuba” by David Williss is licensed under CC BY 2.0
- ¡Y lo logré! Aquí mi reseña en Goodreads. ↩
- Es una historia larga. Se las cuento en otro post. ↩
- Soy de esos que cree que «Me ofende» no es lo mismo que «Es ofensivo». Les recomiendo darse un minuto para leer esta tira de Saturday Morning Breakfast Cereal ↩
- Not really ↩